A los que estuvimos, a los que ahora están, a los que siempre estarán
Uno.- Las tortas de lomo o de carne adobada, acompañadas de chiles jalapeños y zanahorias en escabeche, un buen vaso de agua de jamaica o de arroz, eran la deliciosa especialidad de las Tortas El Charro.
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Localizadas precisamente bajo el puente peatonal entre los bulevares Agua Caliente y Salinas, muy cerca del Centro Escolar Agua Caliente; en una de las escaleras de ese puente alguien había pintado un no muy romántico mensaje a una alumna de tercer grado de apellido Pantoja.
El Charro estaba muy cerca de la oficina de Panorama Magazine de BC, que dirigía Manuel Gastélum Millán, y en donde estábamos en calidad de “refugiados a préstamo” dos reporteros, un aprendiz (que esto escribe), un fotógrafo y un jefe de redacción, haciendo trabajos que se publicaron en esa revista en tanto Choix Editores sacaba a circulación el primer ejemplar de ZETA.
A pesar de la cercanía de las ricas tortas, no siempre nos podíamos dar el “lujo” de saborearlas, pues los ingresos no eran suficientes ni frecuentes. Eran tiempos de vacas flacas, allá en los inicios de 1980.
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Entonces no había nada de lo que hoy es este Semanario, pero sí muchas ganas y el compromiso de sacar adelante el trabajo que desde California nos enviaba Don Jesús Blancornelas.
Doz.- Sin instalaciones propias, tampoco oficinas, menos teléfonos ni maquinaria para la impresión, ya se perfilaba como Semanario lo que vendría a ocupar el lugar de “la hojita” ABC2, que circulaba de mano en mano con los textos de Don Jesús y el “Gato” Félix.
Llegó el 11 de abril y con esa fecha la aparición de ZETA, que luego de las peripecias ya conocidas por muchos, inició una nueva etapa del periodismo en Baja California; desde entonces y hasta la fecha, se ha ganado el reconocimiento de muchos y las críticas de otros, también premios nacionales y otros internacionales.
Luego llegamos a la casa en el bulevar de Las Américas ubicación que siempre ha ocupado ZETA: blanca, de dos pisos, amplia, vacía, con una chimenea en su sala, una terraza con una campana pequeña, tres recámaras, dos baños, cocina y garage.
La “redacción” se instaló en una recámara en torno a una mesa en forma de T de madera sin acabado, tres máquinas de escribir usadas, papel reciclado y el teléfono 6 13 59 muy cerca del jefe de redacción. El “Gato” Félix tecleaba descalzo su columna en su máquina portátil Olivetti en una recámara vecina, de espejos en la pared, una mesa y una silla como únicos muebles.
Quienes podíamos, nos trasladábamos en nuestros propios carros, en mi caso en un “flamante” Mercury Comet negro 1960, de 6 cilindros; para esa fecha, ya con 20 años de antigüedad, pero eso sí, con volante pequeño blanco, palanca de cambios recortada y un estéreo pull out de 8 tracks, al que en no pocas ocasiones se le acabó la gasolina o tuvimos que empujarlo por alguna falla mecánica. Aun así, mi “batimóvil” se coló en la portada del ejemplar 7 de ZETA.
Trez.- Como esos recuerdos, hay muchos otros; anteriormente los hemos evocado, pero el tiempo sigue. Casi todo ha cambiado en ZETA, pero lo importante no.
Hoy es viernes y ya circula ZETA, testigo fiel de acontecimientos, relator de hechos de trascendencia, investigador de lo que oficialmente no se dice, y en ocasiones, blanco de acciones delictivas. Esta publicación llega a otro año de vida periodística, tiempo durante el cual se ha convertido en referente nacional e internacional de la información, aunque a muchos les disguste.
P.D.- Recuerdo entrañable para todos los que hicieron posible el inicio de ZETA y por los que en estos tiempos difíciles enfrentan el reto de mantener la publicación. Abrazo al infinito para Pancho, El Gato, Don Jesús y Luis.
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.
Correo: profeohe@hotmail.com
